Sara Baras derrocha arte y pasión con su taconeo flamenco. Emoción. Esa emoción es la que contagia al espectador, al público, al observador, que no necesita comprender lo que sucede al otro lado del escenario o del lienzo para sentir en su propio interior la carne erizada, el corazón hecho añicos o la euforia convertida en lágrima y aplauso a la vez.
Sara Baras entregada seguía taconeando y moviendo los brazos con impulsos tan bruscos como medidos, en esos momentos en los que no esperaba un aplauso del público. Y ella, acompañada de una insuperable compañía de profesionales de la voz e instrumentos con garantía de envolver de magia todo lo que acontecía sobre el escenario.
Magia, vuelo y sueño que se impregnan sobre el propio vestido que se acoplaba al baile, pareciendo multiplicar su vuelo de punta a punta del escenario, al igual que se multiplicarán las versiones de lo que se vio sobre las tablas del Juan Bravo y se vivió entre el público de Arts d'Estiu de Pineda de Mar. Unos interpretarán que lo que sucedió fueron las luces y sombras de los veinte años de Sara Baras girando sobre su cuerpo y sobre los de los españoles con su compañía. Otros creerán que vieron las figuras en negro de sus propias historias. Otros adivinarán entre cortinas el paso de la vida, con sus momentos llenos de juerga y sus instantes de soledad. Quizás, seguro, todas esas interpretaciones de lo que es ‘Sombras’ representen también lo que ha ido aconteciendo sobre el escenario.
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