Lady Gaga ha ofrecido este domingo, en el primero de los dos conciertos en el Palau Sant Jordi de Barcelona, una intensa y entregada celebración de la vida y el amor, a la vez que acercó la pasión de Joanne a los miles de aficionados que acudieron a la cita, y que habían agotado el billetaje.
Unos incondicionales que se sobrepusieron en su día a la abrupta cancelación de los dos conciertos que tenía que haber ofrecido la diva el pasado mes de septiembre y que en una climatológicamente fría y muy soleada tarde fueron muy madrugadores para no perderse detalles de una velada que se prolongó más allá de la hora y media. Una vez más fue impresionante comprobar como Stefani Germanotta arrastra tras de su personalísima propuesta una afición de incomparable lealtad y entrega mimética: tararean cada uno de las más de veinte temas que armaron el concierto; imitaban algunos pases coreográficos del show protagonizados por su heroína, su musculoso quinteto instrumental y, sobre todo, su imparable cuerpo de bailarines, o imitaban a su Mama Monster en alguna de sus innumerables e intransferibles piezas de vestuario.