La espera se acumulaba desde bien entrada la tarde en los alrededores del Sant Jordi Club. Con las entradas ya agotadas —“sold out” anunciado desde la propia web del recinto, miles de aficionados aguardaban el inicio de lo que prometía ser una cita memorable con el artista colombiano Manuel Turizo.
Las puertas se abrieron hacia las 19:30, aunque algunos privilegiados con “Early Entry” se anticiparon para asegurar buen sitio cerca del escenario. El Sant Jordi se fue llenando poco a poco de luz, música ambiente y murmullo expectante. Cuando finalmente, a las 21:00, Turizo apareció ante el público, la ovación fue un estruendo compartido.
La puesta en escena, cuidada hasta el mínimo detalle, combinó una escenografía envolvente con luces, efectos visuales y un manejo del espacio que convirtió la sala en algo más que un concierto: en una experiencia inmersiva. Muchos esperaban un espectáculo tradicional; lo que ofreció fue una narrativa musical llena de matices, rupturas y momentos de intimidad.
El repertorio: viajes entre el éxito y la emoción
Turizo no tardó en conectar con su público. Temas coreados como La Bachata, El Merengue y Una Lady Como Tú fueron recibidos con pasión, pero también hubo espacio para las canciones más recientes de su gira 201 Tour, que han incidido en su consolidación como referente del pop urbano latino.
Su voz, sin alarde, se mantuvo firme incluso en los momentos más exigentes. Hubo pausas estratégicas para dirigir palabras al público, agradecer el apoyo y compartir fragmentos de su viaje artístico. En esas instancias, el Sant Jordi se convirtió en una sala de confesiones compartidas: luces tenues, voces apagadas excepto la suya, y la audiencia entregada.
Puntos álgidos (y recuerdos inolvidables)
- Uno de los momentos más emocionantes llegó cuando, en un giro sorpresivo, bajó del escenario para acercarse al público y cantar casi a ras de grada.
- La transición de un bloque de canciones movidas a baladas de corte más suave permitió respirar y apreciar la versatilidad del artista.
- El final fue explosivo: un bis que incluyó sus grandes hits y dejó al público vibrando al límite, entre aplausos, saltos y lágrimas de emoción.
Conclusión: un triunfo artístico y de conexión
Manuel Turizo demostró en Barcelona que ha alcanzado una madurez artística que va más allá del éxito comercial. Esa noche no solo regaló música, sino historias, complicidad y momentos compartidos. Fue un concierto cuidadosamente diseñado para que cada espectador se sintiera protagonista, parte de una atmósfera única.
Si tuviera que destacar un acierto, sería ese: convertir un espectáculo masivo en algo cercano. En un momento memorable para fans, y para cualquiera que se encontrara allí.

