A las nueve en punto, las luces de La Riviera se apagaron y en las pantallas comenzó a trazarse la estrella mítica que caracteriza el universo visual de No vayas a atender cuando el demonio llama. Esa introducción marcó el comienzo de un espectáculo cuidadosamente construido, que desató la euforia del público antes incluso de que sonara la primera nota. Cuando Lali apareció en escena con Lokura, la sala ya era un estallido de gritos, saltos y emoción colectiva.
Durante más de dos horas, la artista argentina ofreció un show sólido, vibrante y visualmente impecable. Acompañada por una banda de alto nivel y un cuerpo de baile preciso, combinó la fuerza del pop con el pulso del rock que define su nueva etapa. El repertorio equilibró los temas de su último álbum con algunos de sus mayores éxitos, como Boomerang, N5, Disciplina, Diva o KO.
El concierto también dejó espacio para momentos de conexión y mensaje. Durante Soy, Lali invitó a dos fans a subir al escenario para representar al colectivo LGTBIQ+, un gesto celebrado por todo el público, que respondió con una ovación unánime. Fue uno de los instantes más emotivos de la noche, reafirmando el compromiso y la sensibilidad social que la artista suele incorporar en sus shows. A este momento de emoción se le añadió una pedida de mano entre dos fans bajo los acordes de Incondicional, una de sus canciones más personales y emotivas.

En comparación con las fechas anteriores en Barcelona y Sevilla, el setlist presentó algunas variaciones: quedaron fuera Morir de amor y No hay héroes , mientras que Perdedor regresó al repertorio madrileño, recibiendo una de las reacciones más entusiastas de la velada.
La sala, completamente llena, se convirtió en una celebración colectiva de identidad y música. Las banderas argentinas y las camisetas con referencias a su carrera eran omnipresentes, reforzando el vínculo entre Lali y su público español. La escenografía, dominada por la lona de Fanático, aportó coherencia visual a un espectáculo pensado al detalle.
El concierto confirmó una vez más el lugar que Lali ocupa en la escena pop latinoamericana: una artista en pleno dominio de su lenguaje, capaz de combinar carisma, precisión escénica y conexión emocional con su audiencia. La Riviera fue testigo de una noche intensa, diversa y poderosa que ratificó el cariño del público español y dejó una certeza: Lali no solo llena salas, sino que las convierte en una fiesta de identidad y libertad.

